Compartimos imágenes de la actividad ferroviaria en Don Cipriano, llevada a cabo el domingo 26 de noviembre.
Don Cipriano es un pequeño y apacible pueblo de la provincia de Buenos Aires, situado a 177 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por la RN 2 y a 30 km de Chascomús por la ruta RP 20 (de tierra). Pertenece al segundo tramo inaugurado en 1931 para el ramal La Plata – Lezama. En ese entonces, se estableció la “Parada km 128”, que más tarde se bautizó como “Don Cipriano” en honor a Cipriano Newton, quien donó las tierras para la estación de tren y también introdujo el primer alambrado en Argentina.
Don Cipriano es un paraje silencioso, con escasas casas resguardadas por el susurro del viento acariciando las copas de los árboles y el canto de los pájaros. En este entorno reside José del Valle y Oscar Alfredo Carrigal, con quienes nos encontramos en la antigua estación. Ambos fueron muy amables y dispuestos a compartir la historia de la estación, junto con otras anécdotas. Oscar nos sorprendió a todos al mencionar que su padre era radioaficionado y amigo de uno de los “locos de la azotea”. Nos contó que nuestra visita le trajo recuerdos de su padre cuando era niño y cuidaba la finca del doctor Luis Romero Carranza.
En un círculo, nos acercamos para escuchar la historia mientras Oscar, con los ojos húmedos y la voz entrecortada, relataba: “Mi padre era amigo del Dr. Carranza. Todos los días a las 8 de la mañana durante toda la semana se comunicaba por radio con Buenos Aires. No recuerdo los indicativos con precisión, no sé si era LU5DO y LU5DIF. ¡Pero no recuerdo!” acentuó. “Mi padre, le cortaba las ramas de los árboles para colgar las antenas. Carranza venía a la finca solo en los meses de enero, febrero y marzo.”
Con el paso de los años y después de la muerte de Luis, la familia subastó algunas pertenencias, entre ellas el transmisor. “Lo compró un vecino de Don Cipriano,” contó Oscar. “Fui a ver a este vecino semanas después, quería ver el transmisor. Cuando llegué, este hombre tenía unas latas y cajones llenos de tornillos, cables y pequeños componentes. Me quería morir cuando vi eso”, resaltó Oscar.
En conclusión, lo único que pude recuperar fue el micrófono Philips T17B0172 Phila/44 con cápsula Shure SW109. Luego, uno de los sobrinos de Carranza me regaló una lámpara de escritorio y una linterna a dinamo que pertenecieron al doctor; él las tenía en su mesa de lectura. “Es una gran alegría que el Radio Club Quilmes esté aquí, me trajeron muchos recuerdos”, agradeció Oscar.
En nuestro regreso a la ciudad de Quilmes, Oscar nos obsequió uno de sus libros, “Don Cipriano: Estación Sin Vías Muertas”. Agradecemos a José y Oscar por permitirnos compartir nuestra actividad y enriquecernos con sus historias. ¡Hasta la próxima, Don Cipriano!